Qué pronto te fuiste viejo, tanto que hasta soy más grande que vos. Sé que seguís al lado nuestro, lo presiento al recordarte cada día. Mis saludos al despertar y al acostarme son un ritual que me niego a abandonar. Como ves, tu huella es y seguirá siendo imborrable. Hoy, seguramente, estarás en el pensamiento de los que disfrutaron tu andar, todos aquellos que no volvieron a tener la dicha de abrazar tus nuevos abriles. Fuiste, para quienes te conocimos, ejemplo de hombría de bien y abanderado de la palabra. Gracias por el maravilloso estandarte que supiste contagiarme y que, en tu honor, pretendo emular. Va mi tirón de orejas al infinito y espero, como siempre, me hagas un guiño cuando llegue.
Hugo Accardi